lunes, julio 26, 2010

El ùltimo "centrojàs"

Peluffo saliendo lentamente de la cancha, las canilleras en la mano y el modesto estadio pendiente de su gesto final, casi una ceremonia, es el último eslabón de una larga cadena simbólica. Su sentido final escapaba al protagonista y a los ocasionales asistentes. No saben que el veterano 5 de Once Unidos -oscuro ejecutante de una partitura aprendida instintivamente, de oído- es en ese momento la modulación final de un gesto de cuya grandeza ha quedado solo la hueca forma. Peluffo es Obdulio Varela atravesando lentamente el Maracaná con la pelota bajo el brazo en la final del Mundial del 50; es Pipo Rossi levantando con un patadón tardío y quebrador al negrito Cejas, arreando a puteadas a la pendejada talentosa del Sudamericano de Lima. Peluffo es -finalmente- Rattín sentado y desafiante sobre la alfombra que conduce al podrido corazón del Imperio Británico. Porque el centrojás es -o fue, mejor- en nuestro fútbol, mucho más que un puesto o una camiseta: fue un tipo humano
(Para Marcelo Rodriguez - )

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